martes, 18 de febrero de 2014

Guido Gómez: “No tengo temperamento para servir de legitimador de vagabunderías”







POLITICA

Gómez Mazara cuestiona legitimidad de comicios PRD

El dirigente perredeísta cuestionó la legitimidad de los comicios, debido al interés del partido de gobierno en mantener posicionado en la formalidad legal del partido al exponente de mayor “vulnerabilidad electoral” y sin carisma para derrotar al partido de gobierno.





Guido Gómez: “No tengo temperamento para servir de legitimador de vagabunderías”
Gómez Mazara cuestionó la legitimidad de los comicios.Carmen Suárez/Acento.com.do

SANTO DOMINGO, República Dominicana.- “Nadie en su sano juicio le pasa por la cabeza que me puedo prestar a contubernios y extraños entendimientos con el sector de Vargas Maldonado. No tengo temperamento para servir de legitimador de vagabunderías. Por el contrario, mi conciencia democrática me colocan en la ruta de asumir la tarea de luchar hasta el final impedir que un instrumento político de 75 años termine caricaturizado en manos de gente sin la menor conciencia histórica de lo que ha costado el PRD”.
Con estas palabras, el dirigente del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), Guido Gómez Mazara, definió la motivación para su participación en los comicios de esa entidad partidista como candidato a la presidencia de la institución.
En una comunicación remitida a la redacción de Acento.com.do, Gómez Mazara puntualizó que “dejarle la cancha” a Miguel Vargas equivaldría a la validación por la Junta Central Electoral (JCE) de la elección que realizará el partido blanco, sin que existiera dentro de esos sufragios, una competencia real.
Asimismo, señaló que la no participación en el proceso interno desaprovecha la oportunidad de canalizar los altos nieles de insatisfacción en contra del actual presidente de esa organización política, lo que haría más largo el proceso de recuperar el PRD, así como del liderazgo institucional receptivo y de vocación opositora, del cual, indicó, la organización se ha alejado.
“Irse desde ahora, sin dar pelea y agotar el episodio de una convención interna condicionada para intentar robársela, abre las compuertas a una participación del espectro opositor fragmentado en pedazos y garante de una perpetuación en el gobierno del PLD que ganaría por la habilidad de dividir una mayoría electoral contraria al partido morado, incapaz de articularse en una dirección”.
El dirigente perredeísta, afirmó que fuera del control de Vargas, como presidente del PRD, la institución tendría un desarrollo exitoso en el 2016.
Dijo entender que la decisión de lanzar su candidatura a la presidencia del PRD genera múltiples interpretaciones e incomprensiones, validadas, según dijo, por una “fatal tradición política, en las que se marcan la norma de actuación en una parte importante de los componentes de la clase partidaria”.
En ese orden, cuestionó la legitimidad de los comicios, debido al interés del partido de gobierno, en mantener posicionado en la formalidad legal del partido al exponente de mayor vulnerabilidad electoral y sin el carisma para derrotar al partido de gobierno.
“De inmediato – señaló Gómez Mazara en su comunicación –, la franja partidaria con excelente relaciones con las altas cortes y en franco contubernio con el PLD, iría a pescar en el revuelto mar de los potenciales aspirantes municipales y congresuales para incorporarlos al tren de la institucionalidad, sin importar que sus potenciales beneficiarios discrepen de la línea oficial del PRD”.
De igual forma, reiteró que la gran batalla en la convención ordinaria será sobre las “maniobras” para cerrar el padrón y excluir a todo lo que no se asocie a la candidatura de Miguel Vargas.
“Tendremos que concentrarnos en ese proceso y hacer a los sectores periféricos, la sociedad civil y los medios de comunicación comprometidos con los valores democráticos, los observadores por excelencia de una intentona fraudulenta que posee el colchón de una JCE deseosa de revestir de oficial todo proceso favorable a Vargas Maldonado”.
A continuación el documento:

15 de Febrero del 2014
Santo Domingo, D.N.
Estimados amigos:
Una decisión como la de lanzar una candidatura a la presidencia del Partido Revolucionario Dominicano genera múltiples interpretaciones y podría constituirse en caldo de cultivo de incomprensiones, validadas por una fatal tradición política, donde las legitimas sospechas marcan la norma de actuación en una parte importante de los componentes de la clase partidaria.   Y eso lo entiendo.
Lo políticamente cierto es que la actual coyuntura dentro del PRD tenía en el plazo de inscripción, 15 de febrero, el primer eslabón de una trampa donde el sector que controla la formalidad legal asumía que, excluirse del proceso de convención ordinaria, legitimaba de manera automática su condición de presidente. Por eso, se tornaba importante introducirse en el marco de la competencia y, desde adentro, establecer las bases de una disputa con rasgos de desigualdad, afán de validar un fraude y viciada por la naturaleza de sus árbitros. Qué hacer?.
Existían dos opciones. La primera se reducía a una no participación pura y simple donde se dejaba la cancha abierta al sector de Miguel Vargas Maldonado y se corría el riesgo de una Junta Central Electoral y su presidente, Roberto Rosario, cumpliendo con su rol institucional valide la convención, sin competencia real. De inmediato, la franja partidaria con excelente relaciones con las altas cortes y en franco contubernio con el PLD, desde su legalidad, iría a pescar en el revuelto mar de los potenciales aspirantes municipales y congresuales para incorporarlos al tren de la institucionalidad, sin importar que sus potenciales beneficiarios discrepen de la línea oficial del PRD. La lógica era muy simple: ganado el partido, las candidaturas a ofrecer debilitarían la mayoría disidente a una velocidad pasmosa.
Desde mi óptica, dejarle la cancha constituía oficializar las siglas del PRD en manos que aman la tesis de mantener el partido, consciente de la inviabilidad del éxito electoral. Y de paso, legitiman una operación política donde se advierte la rentabilidad económica para los promotores de una operación en la que se pierde electoralmente, pero se administra el negocio de una organización inviable en el 2016, y en capacidad de cumplir con la formalidad de una fuerza “opositora”.
Como segunda opción, transitar el camino de la participación tiene demasiados riesgos, y en principio, luce cuesta arriba que la innegable mayoría pueda inscribirse y ganar la batalla interna. Sobre todo, porque los sectores de mayor arraigo como, el de Luis Abinader e Hipólito Mejía lucen seducidos por la construcción de una Convergencia fundamentados en el deseo de un Vargas Maldonado que sabe lo imposible de ganar mediante el voto universal en un proceso convencional. Por eso, cierra el PRD y quiere un padrón excluyendo  la disidencia y se alegra de se vayan a la construcción de un bloque alternativo debido a que no resiste la competencia real, y ante un distanciamiento de las dos fuerzas mayoritarias de la convención ordinaria, tiene la derrota en el 2016 segura, pero la ausencia de ambos líderes garantizan la tranquilidad del esquema de un Vargas Maldonado afanado por retener una franquicia donde hacer oposición, vincular el partido a los sectores populares y conectar el PRD con la franja liberal y democrática del país no se ajusta al negocio ideado por los controladores de la formalidad institucional.
En el orden práctico, muchos simpatizantes de Abinader y Mejia saben  que su legitimidad en las zonas, regiones y jerarquías partidarias se desarrolla, entre otras cosas, porque representan la otra cara de las iras acumuladas en una gran parte de la base del PRD contra Miguel Vargas. Además, los seguidores de Vargas Maldonado conocen de sus limitaciones e impedimentos, pero los seduce la idea de que la cercanía del preferido por la JCE, Altas Cortes y PLD garantiza puestos en el congreso y municipios, sin participar en la competencia interna, pero retribuidos por su “lealtad” al titular de la formalidad perredeista.
El dilema que se presenta en el terreno partidario, en los niveles medios y de base, es hasta qué punto la no participación en la convención ordinaria coloca en una posición ventajosa a su rival  interno que, por estar con Miguel Vargas, serian los potenciales candidatos y diputados, regidores, síndicos y senadores que, de dejar a ese sector maniobrar sin contrapeso, ganarían con malas artes un status perjudicial para los de mayor popularidad y ascendiente en sus comunidades, pero afectados por no ser del clan Vargas Maldonado.
La no participación en el proceso interno desaprovecha la oportunidad de canalizar los altos niveles de insatisfacción contra Vargas Maldonado y hace más largo el camino de orquestar todo un abanico de fuerzas sociales, alternativas y democráticas con mayor posibilidad de éxito desde una reconquista del PRD y ordenamiento del liderazgo institucional abierto, plural, receptivo, de vocación opositora y distante de ese modelo partidario donde las actividades empresariales trastocan la naturaleza de la organización y debilitan la conexión del PRD con su histórica base social.
Construir un bloque de fuerzas con un PRD sin el control de Vargas Maldonado garantiza un desarrollo exitoso en el 2016, porque irse desde ahora, sin dar la pelea y agotar el episodio de una convención interna condicionada para intentar robársela, abre las compuertas a una participación del espectro opositor fragmentado en pedazos y garante de una perpetuación en el gobierno del PLD que “ganaría” por la habilidad de dividir una mayoría electoral contraria al partido morado, pero incapaz de articularse en una dirección.
Echar el pleito en el marco de las desigualdades que impone Vargas Maldonado representa un espacio de articular la insatisfacción en votos porque hacer de la violencia y las acciones desbordadas una modalidad de respuesta y combate terminaría desacreditando el PRD y fortaleciendo la tesis de los adversarios históricos: muy violentos e incapaces de desarrollar sus contradicciones de forma civilizada. ¡No hay de otra!
Aunque podría servir de seductora alusión, existen precedentes que demuestran cómo se construye el éxito en medio de las condiciones políticas desfavorables. Antonio Guzmán conocía a la perfección de las dificultades para competir en el año 1978. El aluvión de votos blancos lo hizo presidente. Violeta Chamorro sabia del férreo control del sandinismo, en el primer espacio de competencia democrática en Nicaragua después del triunfo del FSLN, en Julio de 1979. Cansados de los comandantes, los compatriotas del insigne Rubén Darío vencieron el poder de los guerrilleros y la viuda del mártir del periodismo, Pedro Joaquín Chamorro desarrollo su gestión presidencial. Cuando  Patricio Aylwin se colocaba la banda presidencial chilena, pocos recordaban que esa Concertación que le condujo a la victoria, había derrotado en un plebiscito al dictador Augusto Pinochet y el régimen de terror iniciado el 11 de septiembre de 1973. Y si a Mauricio Funes le hubiesen preguntado de las posibilidades de derrotar al partido ARENA, en El Salvador por las fuerzas FMLN, mediante el voto popular y con un cerco electoral al servicio de la derecha, no estuviera terminando su gestión para entregarle las riendas del poder a su Vice/Presidente y casi gobernante electo, Sánchez Ceren. Esos son escenarios de contiendas presidenciales.
Barack Obama no se perfilaba como un político con posibilidades hacia lo interno del partido demócrata, su rival Hillary Clinton gozaba del favor de las encuestas y la popularidad de su marido. Al final, se impuso la voluntad por apostar a lo nuevo. En la convención del PRD del 2011, Miguel Vargas creía que estaba ganado. Jamás interpreto las consecuencias del Pacto de las corbatas azules que concluyo haciendo a Hipólito Mejía, el candidato de su organización. A Danilo Medina no solo lo venció el estado en una contienda en el 2007 sino que, antes de obtener la nominación de su partido, le pusieron todos los candidatos afines al oficialismo. Hoy es presidente, y goza de un nivel de popularidad que transforma la correlación de fuerzas en el mando institucional del PLD. Ahora bien, tanto en las contiendas internas como en las presidenciales, si una idea conecta con el corazón de la gente, se construye la victoria sin importar las barreras y artimañas.
Reconozco que la norma consiste en que los fraudulentos, casi siempre, se imponen. De ahí, las legitimas suspicacias, en el caso del PRD y su próxima convención, debido al interés del PLD en mantener posicionado en la formalidad legal del partido al exponente de mayor vulnerabilidad electoral y sin el carisma  para articular un frente de fuerzas en capacidad de derrotar al partido de gobierno.
La principal impugnación a la participación en la convención ordinaria del PRD se concentra en la organización del padrón que servirá de fundamento legal para votar en la competencia. Y es cierto, Vargas Maldonado esgrime la tesis del robo del proceso extraordinario en el 2011 para orquestar una intentona donde solo participen sus seguidores y reducir el ámbito de la participación a su mínima expresión o recibir el auxilio de partidos cercanos al PRD que inscribirán una cuota importante de su gente que abulte la participación y “garantice la victoria”.
Innegablemente que la gran batalla en la convención ordinaria será sobre las maniobras para cerrar el padrón y excluir a todo lo que no se asocie a la candidatura de Miguel Vargas. Tendremos que concentrarnos en ese proceso y hacer a los sectores periféricos, la sociedad civil y los medios de comunicación comprometidos con los valores democráticos, los observadores por excelencia de una intentona fraudulenta que posee el colchón de una Junta Central Electoral deseosa de revestir de oficial todo proceso favorable a Vargas Maldonado. Y esa batalla es posible compitiendo adentro, porque no conozco en la historia del beisbol, nuestro deporte nacional, un ejemplo de triunfo desde las gradas. Eso sí, abundan las historias de éxito en el terreno de juego, sin importar la parcialidad de árbitros que cantan strike a las bolas y llaman hits a los fouls.
Nadie en su sano juicio le pasa por la cabeza que me puedo prestar a contubernios y extraños entendimientos con el sector de Vargas Maldonado. No tengo temperamento para servir de legitimador de vagabunderías. Por el contrario, mi origen, tradición histórica y conciencia democrática me colocan en la ruta de asumir la tarea de luchas hasta el final para impedir, por las vías democráticas, que un instrumento político de 75 años termine caricaturizado en manos de gente sin la menor conciencia histórica de lo que ha costado el PRD.
Por eso, voy a dar la batalla!

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