Por GUILLERMO CARAM
Aún cuando el significado primario de la resurrección que hoy celebra el mundo cristiano implica la muerte previa, los diccionarios de sinónimos asocian el resucitar al resurgir y dar nueva vida que está necesitando la nación dominicana ante las realidades que vivimos.
La inseguridad predomina como consecuencia de la delincuencia originada en una economía en la que la generación de puestos de trabajo no constituye una prioridad expresa, magnificada por una drogadicción y narcotráfico que ha llegado a entronizarse en los estamentos del Estado encargados de controlarla, por la pérdida de valores arrasados por la exaltación de la corrupción y la riqueza fácil y por deficiencias de un sistema educativo calificado recientemente por el Foro Económico Mundial como el peor en ciencias básicas y matemáticas del hemisferio occidental.
A eso se agrega la falta de control migratorio, el desorden e indisciplina imperante reflejo de lo cual es la falta de ordenamiento territorial y la degradación de nuestro medio ambiente; los costosos e ineficientes sistemas de energía y transporte que restan competitividad a nuestra economía; y la precariedad de servicios públicos de salud, disposición de desperdicios, abastecimiento de agua y drenaje, entre otros.
Todo ello con el agravante de políticas públicas parasitarias que acentúan el ocio y la dependencia mediante subsidios que, acompañada de una excesiva tributación, inhiben la capacidad de emprendimiento y tasas de interés estimulantes del atesoramiento de recursos en lugar de propender su inversión en producción de bienes y servicios y generación de empleos. Y de gastos elevados determinantes de déficits financiados con endeudamientos que nos hipotecan.
Colma este cuadro de problemas la incapacidad del sistema de partidos para encararlos, al supeditar su accionar a vasos comunicantes de protección mutua, connivencia y complicidad en torno a la corrupción y su impunidad; así como la insistencia de potencias extranjeras interesadas en descargar sobre nosotros el problema haitiano que las amenaza, y en momentos que una nueva administración demócrata, bajo cuyo manto se han propiciado dos intervenciones en el país, gobierna a EEUU en crisis y por lo cual retoma tal proteccionismo que llega a criticar la exportación de puestos de trabajo de lo que nuestras zonas francas constituyen muestras.
Ante el estado precedentemente dibujado, la posibilidad de cercenamiento, disolución o extinción, debe ser prevista.
Afortunadamente nuestros 165 años de existencia han sido testigos de amenazas similares originadas en la combinación de espurios intereses nacionales y foráneos como los descritos; habiendo resurgido frente a ellos.
Pero para ello se requiere la nueva vida que entraña la resurrección que hoy celebramos.
martes, 14 de abril de 2009
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