jueves, 25 de febrero de 2010

Angelita desliga a Trujillo muerte de Las Mirabal, culpa al General Román:


25 Feb 2010

Fuente: LISTIN DIARIO*

Trujillo gobernó la República Dominicana durante 31 años.
SANTO DOMINGO.- Angelita Trujillo, hija del dictador Rafael Leonidas Trujillo, relata en su libro que el general José –Pupo- Román Fernández, y no su padre, ordenó el asesinato de las hermanas Mirabal por instrucciones de Luis Amiama Tió, uno de los conjurados en la muerte de su progenitor.

Ella le atribuye a Segundo Imbert Barrera la responsabilidad de supervisar y constatar la ejecución del crimen. Segundo es hermano del héroe Antonio Imbert Barrera, quien también participó en la muerte de Trujillo la noche del 30 de mayo de 1961.

Angelita revela que su hermano Ramfis recibió tres veces en la casa de Boca Chica a Minerva Mirabal, quien lloraba frecuentemente, y diligenciaba que Trujillo libera a su esposo Manolo Tavárez Justo, preso en Puerto Plata.

En su libro “Trujillo, mi padre: En mis memorias, Angelita”, la hija del dictador narra que Román traicionó a su padre y, cuando el plan fracasó, traicionó a sus compañeros de conspiración ordenando “que no fueran capturados vivos para que no lo delataran”.

Amiama Tió, reseña en la obra de 450 páginas que será puesta en circulación hoy en el hotel Santo Domingo y en Miami, era el contacto directo entre Dearborn, jefe del puesto de la CIA en el país, y los conjurados.

Con ese crimen, que calificó de horrendo, detestable, con un sadismo salvaje e indescriptible, el gran perdedor fue el gobierno de Trujillo y los conspiradores los grandes ganadores, precisa la dama en su libro.

De acuerdo con las declaraciones de Román, los ejecutores fueron miembros del Servicio de Inteligencia Militar, dependencia directa de la Secretaría de las Fuerzas Armadas, “a excepción de un señor llamado Segundo Imbert Barrera, responsabilizado de supervisar y constatar la ejecución del crimen”.

En las interrogaciones el general Román dijo que mandó a eliminar a las Mirabal porque Luis Amiama Tió le dijo que era necesario.

“Lo que nos lleva a la interrogante: ¿Quién le transmitió la macabra orden al señor Amiama? ¿Y quién escogió a las hermanas Mirabal como víctimas eficaces, idóneas para el efecto apetecido?”, se preguntó Angelita.

Para describir las consecuencias de este crimen usó una expresión del argot de los jugadores de gallo: “Le dieron un golpe maestro” al régimen de mi padre.

“Trujillo furioso”

Afirma que Trujillo se puso “furioso, furioso de verdad” cuando le informaron del crimen perpetrado.

“Eran muy raras las ocasiones en que mi papá traía novedades políticas a la casa. Sin embargo, era esta una de las pocas veces que no podía disimular su enojo.

Mi mamá fue testigo de su frustración ante este crimen.

Tampoco le eran ajenas las repercusiones y acrimonias que arrastraría este homicidio”, puntualizó.

De más está decir, agregó, que su papá no era hombre de tirar la piedra y esconder la mano, que no rehuía responsabilidades, pues asumía las suyas y las de otros.

Ese conmovedor suceso, hace constar, constituía un dilema para su padre porque tenía que considerar la “intención”.

Creyó Trujillo, dice Angelita en su libro, que Román había actuado en un arre- bato de celos, en la creencia de que actuaba en beneficio del gobierno. “Lógicamente se había excedido en la comisión de un crimen político, por exceso de lealtad, obtusa, pero al fin y al cabo lealtad”.

Trujillo decía –precisa la obra– que para la mente de Román eso era posible, que a lo mejor quiso exhibir su lealtad en agradecimiento a una exorbitante suma de dinero que días antes había recibido para saldar la hipoteca de su finca con el Banco Agrícola.

Para su tío Nené Trujillo, señala Angelita, hasta Johnny Abbes estaba fuera del país cuando se produjo el crimen.

Señor del sombrero

Angelita indica que posteriormente, durante el juicio seguido a los asesinos de las hermanas Mirabal, sucedió algo curioso, pues los acusados hacían referencia al señor del sombrero que desde un carro color rojo verificaba la matanza. “Pero se cohibían de mencionar su nombre en razón de que éste era hermano del héroe Anto nio Imbert Barrera”.

Segundo Imbert Barrera estaba preso, pero Angelita dijo que era obvio que la jerarquía militar del general Román, secretario de las Fuerzas Armadas, le permitió sacarlo de la cárcel “por lo que pienso que este señor debió ser un eslabón clave para la ejecución de este crimen y dentro de la conspiración”.

Pupo

Angelita recuerda que Pupo Román, secretario de las Fuerzas Armadas del régimen, era sobrino político de su papá. “Su esposa Mireya era hija de tía Marina”.

Eso le reforzaba la teoría de que su actuación fue producto de su incompetencia.

“CONDENA A MANOLO Y A LEANDRO GUZMÁN”

Angelita dice en su libro que los señores Manuel Aurelio Tavárez Justo, Leandro Guzmán y Pedro González y sus esposas fueron cabezas destacadas de la estructura comunista del país. En el año 1960, indica, fueron “encontrados culpables y condenados por la justicia dominicana a cumplir condena carcelaria en San Felipe, Puerto Plata, no por ser comunistas, sino por el hecho de “organizar y planificar un atentado contra la vida del generalísimo Trujillo”.

Dijo que a pesar de eso, Minerva, la esposa de Manolo Tavárez, y las demás cómplices condenadas por el referido “delito”, fueron indultadas por orden de su papá. Su papá, consideró, no era machista, sino la persona más expresiva y galante con las damas.

El mismo general retirado Pou, recuerda que conversó en Santiago con el general Echavarría, quien le señaló que acababa de enterarse del crimen, el 27 de noviembre de 1960, dos días después, y le pidió que no lo refiriera a nadie, porque había un mal comentario de que el jefe las mandó a matar. “!Pero el jefe no mata mujeres!, así mismo fue la expresión de Echavarría. Con relación a las entrevistas de Ramfis con Minerva, cree que su hermano se identificó con ella.

Ramfis y Minerva se reunieron en Boca Chica

Angelita narra en su libro que el entonces coronel de la FAD Juan Pou, un amigo de infancia de Ramfis, recibió varias encomiendas de su hermano.

La hija de Trujillo refiere que Pou le dijo que antes de Ramfis viajar a Francia en agosto de 1960 lo mandó a buscar a la base aérea de San Isidro para darle algunas intrucciones.

La encomienda de Ramfis a Pou era buscar a una joven a la calle Josefa Brea esquina Braulio Álvarez para llevarla a la casa de Boca Chica.

Ramfis le había advertido que se trataba de una muchacha muy buenamoza, por lo que creyó que se trataba de un romance. “Al llegar, no entré, la acompañé hasta la puerta donde la esperaba Ramfis, no se me invitó a pasar, de manera que quedé afuera. Después yo por el cristal de la ventana, los veía conversando bastante retirado uno del otro”.

Pou narra que pensaba por qué estaba Ramfis sentado del lado derecho y ella del izquierdo; que ella se secaba las lágrimas, lloraba. “Pensé que ella no quería entrar en nada”, añadió.

A las 5:00 de la tarde, contó Pou, Ramfis lo llamó para que regresara la muchacha al mismo lugar donde la fue a buscar, pero al otro día la mandó a buscar de nuevo.

“Fui a buscarla al mismo sitio y solamente nos saludamos y la llevé otra vez a Boca Chica...No pregunté absolutamente nada, aunque la curiosidad me mataba, pasó lo mismo que el día anterior, lloraba, sacaba el pañuelo y se sacaba las lágrimas. Luego sale, y no dice nada, y vuelvo a llevarla, y la dejo en el mismo lugar”.

A los tres días de ese encuentro, lo mandan a buscarla de nuevo. La misma situación. Pou recuerda que en la autopista se decide a hacerle una pregunta, pues le intrigaba verle llorando tanto.

-Señorita, le voy a hacer una pregunta: ¿Por qué usted llora? -Yo tengo un problema muy grande, le contestó.

-¿Cuál es el problema?, le preguntó.

-Mire, yo soy Minerva Mirabal de Tavárez Justo.

Tengo un problema muy grande porque mi esposo está preso en Puerto Plata.

-¿Qué ha hecho su esposo? -Se ha puesto a hablar muchas cosas en contra del “Jefe”, yo conseguí el teléfono del general Ramfis con una amiga. Ella me dijo que si hablaba con el general, y él con su papá, me lo despachaban. Le sugirió que le dijera a Tavárez Justo que le escribiera una carta al “Jefe” para entregársela. Ramfis salió para Francia el 9 de agosto (1960) y al poco tiempo lo trasladaron a la base de Santiago donde el comandante era el general Echavarría (Chava). A unos tres meses del viaje de Ramfis, añadió Pou, se enteró, el 27 de noviembre, de un accidente que tuvieron unas mujeres apellido Mirabal.

La última noche de Trujillo

Angelita Trujillo enrostra en su libro la deslealtad que cometieron los “asesinos” de su padre Rafael L. Trujillo el 30 de mayo de 1961, ya que tenían acceso a su despacho, al que inclusive entraban con sus armas autorizadas, porque casi todos eran sus amigos de infancia.

Además responsabiliza a la CIA, con la bendición de Estados Unidos, de planificar, dirigir y suministrar las armas para matar a Trujillo.

“Al despacho de mi papá tenían acceso los señores: general Juan Tomás Díaz, Antonio de la Maza, Miguel Báez Díaz, Modesto Díaz, el teniente Amado García Guerrero, este último, miembro de la escolta personal de mi papá. Por último el general Román Fernández, secretario de las Fuerzas Armadas, todos tenían asignadas una ametralladora Cristóbal y una pistola 45. Todos entraban al despacho de mi padre portando sus respectivas armas de reglamento cargadas con su peines de siete tiros”, precisa Angelita en su libro “Tujillo, Mi Padre”.

Agrega que al despacho de su padre también los civiles entraban con sus armas autorizadas.

“En consecuencia, hubiese bastado tan solo que uno o dos de ellos, aprovecharan la oportunidad de entrar al despacho y sorprender a mi papá batiéndose a tiros con él... La misma oportunidad la tenían también caminando o montando a caballo en la finca de San Cristóbal; casi todos eran amigos de infancia de mi papá y recorrían la finca solos sin escolta”.

Establece que su padre, que había salido de su carro antes que su chofer, disparó contra sus atacantes y varios de sus disparos alcanzaron a Pedro Livio Cedeño y a Antonio Imbert Barrera, pero que no era mucho lo que podía hacer con un revólver calibre 38 corto, ante el volumen de fuego tan formidable de los “asaltantes”, a parte de que era un grupo numeroso.

“El señor (Antonio) De la Maza no tuvo tiempo para buscar en el suelo la pistola que el gobierno le tenía asignada, porque quería llegar pronto al carro de mi papá a tomar el maletín en el que mi padre llevaba documentos personales, otro revólver 38 largo, y sobre todo llevaba también dinero, mucho dinero: RD$150,000 más US$80,000”, precisa.

Sostiene que los “asesinos” sabían que Trujillo acostumbraba a llevar en el maletín sumas de dinero, que utilizaba para satisfacer necesidades perentorias cuando se desplazaba por algunos lugares de clases desposeídas o de familiares y amigos en apremiante necesidad, y que muchos de los conjurados eran frecuentes beneficiarios del generoso maletín.

“Dejaron el cuerpo del chofer Zacarías de la Cruz, que creían sin vida y partieron apresuradamente, llevando el cuerpo de mi padre en el baúl del carro Oldsmobile negro con destino a la casa de Juan Tomás Díaz en la César Nicolás Penson 23, donde en horas de la madrugada lo encontró el Servicio de Inteligencia Militar.

LA PARTICIPACIÓN ATRIBUIDA A LA CIA

Expresa que la cercanía del lugar donde se cometió el magnicidio, había un popular restaurante llamado “El Pony”.

“Allí estaba la CIA (Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos), esperando para verificar el crimen”, dice, tras atribuir a la agencia estadounidense haber armado hasta los dientes a los atacantes de Trujillo con dos carabinas automáticas Cristóbal calibre 7.62, dos carabinas semiautomáticas M-1 calibre 30, dos escopetas semiautomáticas de cartuchos (cañón recortado calibre 12), dos pistolas semiautomáticas calibre 45, un revólver sistema S&W calibre 38, un revólver sistema Colt calibre 38 y una pistola-ametralladora Thompson calibre 45.

Su padre enfrentó a defensores de ideas comunistas

“Particularmente me han contado y me alegra saber que muchos de los inflamados con esa locura de juventud hoy son personas superadas, gente de bien, con familias muy lindas y sirviéndoles al país en los diversos campos de carrera con que abonan el ambiente democrático, legado incuestionable de mi padre”.

“Desafortunadamente otros, impenitentes, desahogan su frustración e iracundia escribiendo en libros y periódicos bazofias contra mi papá con frases tan obcecadas como: Durante la lucha del pueblo contra Trujillo ¡Caramba! Los predicamentos del régimen de Trujillo eran la paz y la tranquilidad.

A final de la década del 1940 ya se registraba una pujanza de la amenaza comunista en República Dominicana, que estaba estratégicamente ubicada entre Cuba y Puerto Rico. “Para cualquier oportunista, tránsfuga de la política lo más conveniente y práctico hubiese sido hacer una alianza con los cabecillas de la nueva corriente ideológica. Pero mi papá era intrínsecamente nacionalista y bajo ninguna circunstancia contemplaría subordinar la soberanía a ningún poder foráneo”, establece la obra.

“Mi papá era un convencido de que el comunismo era una ideología nefasta, que solo males podía acarrearle al país. Y si él había logrado independizar nuestra patria de toda atadura foránea, ¿cómo iba a someterlo ahora al imperio soviético? ¡Jamás!”, sostiene.

Prosigue que constitucionalmente nuestro sistema de gobierno está llamado a ser democrático y “mi papá era un firme creyente de que era el sistema o forma de gobierno más conveniente para el pueblo dominicano, no porque fuera perfecto, pero era la mejor opción”.

“En la conferencia de cancilleres, realizada en Caracas, el 9 de marzo de 1954, el doctor Joaquín Balaguer, canciller dominicano, urgía medidas inmediatas para erradicar el comunismo del continente americano”, dice.

Establece que en la posterior subida de Fidel Castro al poder en Cuba, entronando un régimen radical comunista, “pronto nos obligó a defendernos contra un tercer y más agresivo zarpazo que enérgicamente rechazamos”.

"La resaca de nuestra historia está ya llegando a su término"

“Me contó mi hermano Ramfis que algún tiempo después de haber muerto mi papá, estaba en su despacho y le vinieron a informar que: Las turbas andaban por las calles de la ciudad gritando; Abajo Trujillo; a lo que Ramfis les contestó: Bueno, se pasaron treinta años diciendo Viva Trujillo, pues que se la desquiten ellos ahora.

“A los mentores de esas voces detractoras yo les tengo ahora dos noticias, una buena y otra adversa: la buena es que se han pasado casi el doble del tiempo “desquitándosela” y en qué forma. Y la otra está cifrada, en aquella frase proverbial de Demóstenes en su primera Filípica; Lo peor del tiempo es lo mejor para el porvenir”.

“Es que una mentira no se puede sostener por tanto tiempo, es pedir peras al olmo, tanta manipulación es insostenible. En este orden en alguna parte, de este obra escribí la analogía de plena vigencia en los momentos actuales”.

“El mar, durante la resaca se retira y cede espacio, pero luego regresa con la marea, a recobrar todo el terreno perdido. Lo mismo pasa con la historia ante la mentira, se retrae por la ausencia de probidad y pureza; pero después, termina la resaca, y regresa a recobrar todo lo que había perdido”.

Y es lo que creo estar mirando, que la resaca de nuestra historia está llegando ya a su término. El flujo regresa con su impetuosa marea en busca de sus valores, a rescatar su autenticidad perdida; la honestidad, la justicia y el honor que irán brotando al renacimiento de la verdad”.

“Uno de los frutos más lindos de la Democracia es la libertad de expresión, en consecuencia, siempre se oirán voces peregrinas recalcitrantes, rezagados aferrados al ejercicio de una opinión subjetiva, “atajando vientos”. Todavía se escuchan esas voces arengando a “no bajar la guardia” y continuar escribiendo diatribas contra mi papá. Es que aun guardan resentimientos porque mi papá los inhabilitó para realizar las subversivas maniobras entreguistas”.

INCREDULIDAD ANTE LA ACTUACIÓN DE ROMÁN


En su libro la hija de Trujillo afirma que Ramfis dio instrucciones a su tío, coronel Luis Rafael Trujillo (Nene), para que informara y acompañara a una reunión en San Isidro al general José René Román Fernández, secretario de las Fuerzas Armadas, intimidado ante la magnitud de los hechos, por incapacidad o por lo que fuera, y que no llenó las expectativas que le habían confiado los homicidas.

“Ante esa realidad atinó únicamente a desaparecer los vestigios que pudieran delatar su participación en el crimen.

Sus instrucciones fueron tajantes: que a los asesinos no los cogieran vivos. Después vemos a Román velando el cadáver de mi padre en la Estancia Radhamés, haciendo guardia de honor ante el féretro y cuando Ramfis llegó compungido le abrazó dándole el pésame por lo ocurrido. Con el mismo cinismo se le vio actuar durante el entierro”...

Dice que cuando en las investigaciones apareció su nombre “la reacción de todos nosotros fue de incredulidad: no puede ser, imposible”.
*Reproducido del LISTIN DIARIO

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