POR SAUL PIMENTEL*
*EL AUTOR es periodista, director de ALMOMENTO.NET. Reside en Santo Domingo.
El joven diputado perredeísta Leivin Guerrero ha alborotado el “avispero” al presentar un proyecto de ley dirigido a que en San Cristóbal sea erigido un Museo de la Era de Trujillo y al proponer públicamente que sean trasladados a esta ciudad los restos mortales del Dictador, los cuales se encuentran virtualmente abandonados, en un cementerio de España.
El tema, de por sí urticante y polémico, ha desatado una inmediata controversia entre quienes apoyan esta iniciativa y los que tajantemente se oponen. Estos últimos alegan que medidas como las que propone Guerrero contribuirían al resurgimiento del trujillismo y que no se debe exaltar la figura de Trujillo, a quien consideran un tirano sanguinario que provocó decenas de muertes y múltiples daños al pueblo dominicano.
Independientemente de los atributos o perjuicios que haya tenido la Dictadura de Rafael L. Trujillo, considero que sería sumamente interesante que San Cristóbal contara con un museo de esta naturaleza, que sirva de fiel exponente a las presentes y futuras generaciones de lo qué fue la dictadura trujillista, un período de 31 años que nunca se podrá soslayar, relegar ni ignorar independientemente de que exista o no el susodicho museo.
Para bien o mal, Trujillo ha sido uno de los dominicanos más conocidos a nivel mundial. A pesar de que ha transcurrido casi medio siglo de su muerte, su figura sigue siendo enigmática y atractiva, tanto así que una buena parte de los turistas que nos visitan hacen constantemente preguntas sobre los aspectos que rodearon su vida.
Un Museo de Trujillo, en San Cristóbal, podría satisfacer esta curiosidad, y se convertiría de inmediato en un punto de atracción turística, que arrojaría grandes beneficios a esta comunidad.
Tal y como ha sugerido el diputado Guerrero, dicha dependencia podría operar en lo que fue la “Casa de Caoba”, la cual ha sido rehabilitada y conserva en su interior una serie de objetos que pertenecieron al tirano. (En muchas viviendas particulares hay, dispersos, otros objetos de un incalculable valor que eran propiedad de Trujillo, y los cuales fueron robados en distintas épocas).
No veo tampoco ningún inconveniente a la idea de trasladar los restos de Trujillo desde España a San Cristóbal, independientemente de que muchas personas se opongan a ello.
En Rusia, los moscovitas nunca se opusieron de manera tan obtusa a que la tumba de Lenín se convirtiera en lo que es hoy: uno de los lugares obligados de todo turista que visita la capital rusa. En Moscú se encuentra incluso la tumba de Stalin (al pie de la muralla del Kremlin, en la Plaza Roja, donde también yacen los restos de casi 400 veteranos bolcheviques, egregios miembros del Politburó comunista y figuras ilustres de la época soviética, sin que a nadie se le haya ocurrido erradicarlos.
Me voy más lejos. El emperador Nerón, culpable de atroces delitos como el matricidio y de haber perseguido a los cristianos, considerado la personificación del Mal, ha recibido “cristiana sepultura” en la colina Pinciana (en las proximidades de plaza del Popolo), y a nadie se le ha ocurrido llevarlo a otro lugar. Y no hay tumba de Hitler en su Alemania natal debido a que todavía es un enigma cuál fue su destino final.
Siendo Trujillo posiblemente el más polémico y trascendente personaje de nuestra historia, no vemos motivos por los cuales sus restos tengan que estar en un reducido y poco importante cementerio de la pequeña comunidad de El Pardo, ubicada a unos 25 minutos de Madrid; camposanto que –dicho sea de paso- está muy por debajo de las características impresionantes de los cementerios madrileños. Aceptar y propiciar esta realidad, es mantener un falso nacionalismo y una postura más que hipócrita.
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