lunes, 17 de diciembre de 2012

ORLANDO DICE... El territorio dominicano es un santuario de cartelitos...


Orlando Gil
orlandogil@codetel.net.do
A MEDIO COCER.- El general retirado Mauricio Santoyo, encargado de la seguridad de  Álvaro Uribe cuando fue presidente de Colombia, acaba de ser condenado por una corte de Virginia, en los Estados Unidos. No importan los cargos, ni los años de cárcel, ni la multa, ni la entrega de bienes. Esto es, el rigor de la pena. Sin embargo, debe llamar la atención la rapidez del proceso. Fue solicitado en extradición en junio, se entregó en julio, y ya en diciembre se produjo la sentencia. Todo en dos o tres meses. La justicia norteamericana tiene fama de severa, pero no de apresurada. Se toma su tiempo y decide cuando se siente en condiciones de hacerlo a plena conciencia. Apropiadamente. O por lo menos eso era lo que se creía hasta que se da el caso de apremio con el ex general Santoyo. Que no fue friendo y comiendo, sino a su manera de carne a medio cocer. Las reseñas dan cuenta de que el cúmulo de pruebas y testimonios fue avasallador, y que al oficial no le quedó otra opción que resignar su suerte y someterse al imperio de los fiscales y jueces...
EL ANTICIPO.- La importancia del caso del general Mauricio Santoyo no proviene de su alto rango, y ni siquiera por las informaciones que ofreció a los paramilitares, o al hecho de que cobrara tributo, sino por su cercanía con el presidente Álvaro Uribe. El mensaje no fue una flecha lanzada al aire, sino a un blanco muy preciso. Nadie está fuera del alcance de los norteamericanos, y quien la hace, no importa el lugar donde se encuentre, pagará las consecuencias. Que nadie, pues, se equivoque. Más tarde o más temprano ese mismo brazo llegará a otros con igual rigor vindicativo. La denuncia, o la extradición, o la condena, son espadas que penden sobre  cabezas que por el momento no tienen nombres, pero que en su oportunidad serán identificadas. Páginas sueltas de libretas de dibujos a blanco y negro prontas a colorearse. Pero no en las calles, ni en las esquinas, y ni siquiera en los círculos de interés. Las jurisdicciones son celosas y los distritos implacables. Lo del ex general Santoyo tiene que poner a pensar a hombres de armas que tenían hechas, pero no sospechas. Lo suyo no fue un ejemplo, sino un anticipo...
NINGUNA PRENDA.- La rapidez con que se llevó a cabo el proceso contra el ex general  Mauricio Santoyo da que pensar respecto al caso de Quirino Ernesto Paulino Castillo, pues  después de siete u ocho años se conoce el santo, pero no todas las señas. ¿Qué es lo que falta en uno que sobró en el otro? Intriga que con tanto tiempo de por medio, y existiendo buena disposición de parte de las autoridades dominicanas, y ñsegún se dijoñ del propio extraditado, no haya nada firme ni concreto. Como una sentencia, por ejemplo. Y las especulaciones, de tanto usarse, lucen agotadas, y lo que es peor, ni siquiera emocionan. ¿Por qué los norteamericanos utilizan una vara para medir a los colombianos y otra a los dominicanos? ¿Qué es lo que se esconde detrás de esa mampara de imposturas? Las presiones no se ocultan en el ámbito de la soberanía, como se comprueba a cada rato en discursos y declaraciones oficiales. Hay que andar piano en educación y transparencia, y actuar sin contemplaciones contra la corrupción. Sin embargo, en lo que concierne a ellos, no sueltan prenda...
COMO VERDOLAGA.- El caso de Quirino Ernesto Paulino Castillo se va quedando como en una nebulosa, en un limbo, aun cuando los rumores no cesan y se producen nuevas solicitudes de extradición. Se dijo que ese expediente era único, aunque con muchas implicaciones y ramificaciones, y hasta se le llamaba El Don, como si no hubiera más padrinos por estos lares. Sin embargo, después apareció José David Figueroa Agosto, un capo más trascendente que Paulino Castillo y con una biografía cercana a la leyenda. Se creyó entonces que con sus hazañas el país quedaba curado de espanto. Sin embargo, ahora se da a conocer la existencia de una banda que supera a las anteriores, y sus elementos mueven a mayores sospechas, pues fue descubierta y perseguida por la Procuraduría y el DNI, sin la Policía Nacional y la DNCD, que hasta ahora eran las encargadas de combatir el narcotráfico y el lavado. Sobre el asunto no se abunda mucho, y debiera decirse más, pues el territorio dominicano, por lo visto, es un santuario de cartelitos con gestión propia. Y al parecer se viven cantando victorias falsas...

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