POR AGUSTIN PEROZO BARINAS Y BLANCA KAIS BARINAS*
Entre altozanos y cerros replegados en la base de la Cordillera Central, se extiende un valle que hiende los ríos Haina, Nigua y Nizao, y donde previo a la Conquista habían asentamientos taínos.
Más al noroeste, en las cuevas de El Pomier, se conservan pictografías y petroglifos rupestres que corroboran la presencia de estos habitantes precolombinos en estos territorios, tan profusos de bondades naturales y superficies accidentadas.
En 1496, al conocerse el descubrimiento de las minas de oro en las riberas del río Haina, empiezan a establecerse cerca de aquellos ríos muchos de los colonizadores. Estos asentamientos son nombrados Partidos de los Ingenios. Se edifica el Bastión de San Cristóbal, nombre también dado al valle que se extiende desde el río Haina al río Nigua, en honor al Almirante Colón. En 1606 ya aparece San Cristóbal en el censo realizado en ese entonces. Se extendía una hilera de casas a lo largo del Río Nigua hacia el norte de la margen derecha.
A partir de 1790, a raíz del levantamiento de esclavos en Haití llegan colonos franceses a Santo Domingo, estableciéndose en San Cristóbal parte de ellos. La comarca pasa a la categoría de común en 1822 durante la ocupación haitiana, con el nombre de San Cristóbal, siendo todavía el municipio un camino que se iniciaba en el Río Nigua y terminaba en su afluente Yubazo. En Nigua se encuentran los primeros ingenios azucareros del Nuevo Mundo y una de las dos primeras ermitas construidas en la época colonial en el Continente.
El sacerdote Juan de Jesús Fabián Ayala -Padre Ayala-, llega a San Cristóbal en 1820 e inicia su desarrollo urbanístico. Principia la construcción de la Iglesia Parroquial Sagrado Corazón de Jesús, concluida en 1838 y en su alrededor comienzan levantarse las primeras edificaciones y calles. El seis de noviembre de 1844 San Cristóbal se convirtió en “Ciudad Benemérita” al votarse en su suelo la primera Constitución de la República Dominicana.
En los trascendentales acontecimientos históricos nacionales, como las guerras de Independencia contra Haití (aún se preservan las ruinas del Fuerte Resolí construido entre 1822 y 1825 por las fuerzas invasoras haitianas en la loma del mismo nombre) y luego las guerras por la Restauración contra la Anexión a España, sancristobalenses tendrían marcada participación en la gesta independentista como lo fueron el general Antonio Duvergé y el general José María Cabral y Luna (quien ocupó la Presidencia de la República en dos ocasiones), y en la gesta restauradora Basilio Urbáez y el coronel Toribio Agüero.
Con el ascenso del brigadier general Rafael Leónidas Trujillo Molina al poder absoluto en 1930 hasta 1961, San Cristóbal se transforma no solamente en un centro industrial, sino en sede de dominio despótico en el país y, en muchas maneras, de toda la isla, alcanzando primacía desde la perspectiva política y militar. En el sector industrial sobresalían la Industria Nacional de Vidrio, La Armería, el ingenio Caei (antiguo Italia), Ingenio Río Haina, Licorera La Altagracia, la fábrica de ropa Miss América, etc. Su desarrollo urbanístico era notorio para la época y para su tamaño.
Desde elevaciones como las lomas del Cerro o Sainaguá se puede evaluar el diseño que seguía Trujillo para crear en su municipio natal una metrópoli que se divorciaría cada vez más de su origen pueblerino. Edificaciones como el Instituto Politécnico Loyola, el Colegio San Rafael, el edificio de Correo y Telégrafos, la Gobernación Provincial, el Liceo Musical Pablo Claudio, el Partido Dominicano (actualmente el Colegio Santa Rita), la Iglesia Nuestra Señora de la Consolación, el parque monumento Piedras Vivas erigido donde nació Trujillo, el edificio del Ayuntamiento Municipal, el Hospital Juan Pablo Pina, la Avenida Libertad (antigua 17 de Julio), el Castillo del Cerro y el Hotel San Cristóbal. Evaluando las distancias entre estos edificios, y otras obras no mencionadas, se reflexiona sobre lo que se proyectaba para la ciudad.
Entre 1961 y 1979 muchos de sus munícipes se mantienen muy activos en la vida nacional, en lo político, militar, intelectual, cultural, artístico y profesional. En 1965 desembarcan en el puerto de Haina de San Cristóbal las fuerzas ocupantes que pondrían fin a la Guerra Civil, iniciada en la Gesta de Abril de ese año en reclamo del retorno a la constitucionalidad luego del golpe de Estado, promovido por sectores conservadores de la sociedad dominicana, al Profesor Juan Bosch en 1963.
En las elecciones de 1966, sube al poder el Dr. Joaquín Balaguer Ricardo, intelectual, burócrata de muy alto perfil durante los 31 años del régimen trujillista y ex-presidente impuesto por Trujillo en 1960. Varias personalidades sancristobalenses, de familias tradicionales, ocupan importantes posiciones durante esos debatidos doce años de Balaguer, hasta 1978, como Adriano Uribe Silva, Neit Nivar Serijas, José Osvaldo Leger, Leonora Díaz, Domingo Porfirio Rojas Nina y María Antonieta Bello de Guerrero.
En 1978 el Dr. Joaquín Balaguer pierde unas cuestionadas elecciones, luego de doce años consecutivos en el poder, para dar paso al hacendado Antonio Guzmán Silvestre del Partido Revolucionario Dominicano, ya entonces un partido centrista y liberal luego del rompimiento con el Profesor Bosch en 1973. Este nuevo gobierno aborda una apertura a las libertades individuales, un desmonte de las estructuras cívico-militar ultra-conservadoras que apoyaban el régimen balaguerista y algunas reformas en la burocracia dominicana. Otros más sancristobalenses toman parte en estos relevantes procesos políticos.
En la temprana tarde del 30 de septiembre de 1979, un poderoso huracán desplazándose por el Mar Caribe al sur de República Dominicana sorpresivamente gira de manera abrupta al norte y penetra por la hermosa y plácida playa de Palenque. El huracán David causó masivos daños no sólo a la ciudad de San Cristóbal y sus poblados satélites, sino a toda su infraestructura productiva, tendidos eléctricos y de telecomunicaciones, en sus campos y predios agrícolas y pecuarios; ocasionó miles de muertes y destrucción forestal en las altas montañas de verde perpetuo de la Colonia y el Cacao, además de serios deterioros en los caminos y carreteras.
Y con apenas un mes de tregua a este fenómeno atmosférico le sigue otro, el huracán Federico, que provoca precipitaciones pluviométricas muy altas en tierras ya saturadas y esto originó inundaciones y desbordes de ríos y cañadas que agudizaron los daños en toda la región. Con el paso de estos meteoros se origina una migración masiva hacia la ciudad desde los campos de casi toda la provincia, sobre todo de las partes montañosas. San Cristóbal no estaba preparada para establecer modestamente a estos nuevos habitantes, muchos de ellos con limitaciones que les permitiera, junto a la colectividad, desarrollarse dignamente.
Se da inicio a un crecimiento urbano desproporcionado y desorganizado en los alrededores de la ciudad, en las márgenes de los ríos y en las faldas de los cerros. De una ciudad aún moderadamente conservadora, tradicionalista y urbanamente organizada pasa a ser una mezcladora de distintos estratos sociales y de una migración súbita de pobladores de toda la provincia, que más adelante también sería una migración de todo el interior del país, que escogieron a San Cristóbal por su cercanía a la ciudad capital, a tan sólo 28 kilómetros de distancia.
Este período comprendido en las últimas tres décadas tiene claros elementos sociales negativos como un alto índice de criminalidad, marginalidad, ruido y cantinela, contaminación y pobreza. Y tienen como agravantes el cierre definitivo en los noventa de la Fábrica Nacional de Vidrio y en la pasada década de la mayoría de las empresas de la zona franca ubicada en la otrora Armería, sumado a la creciente población desempleada o dedicada a actividades informales como el “motoconcho”, venduteros y marchantes.
Como el país, San Cristóbal demanda mayores inversiones en educación y más estructuras productivas para industrializar y sumarle mayor valor agregado a sus productos agropecuarios. También invernaderos y producción de energía eólica en sus montañas. Mejores infraestructuras viales y de ornato en sus playas, balnearios y montañas para estimular un mayor turismo.
San Cristóbal continúa creciendo rápidamente y es la tercera ciudad de importancia política y comercial del país. Es la puerta a todo el Sur de la República, muy importante mercado regional del país. Sus colegios, institutos y el Politécnico Loyola tienen un ganado reconocimiento a su calidad docente. Las actividades culturales, a pesar de limitaciones, son periódicas. Pocas provincias del país pueden ofrecer la variedad de encantos naturales y recursos diversos que posee. Los aportes positivos y tangibles de los sancristobalenses, o sancristoberos, en todas las esferas del afán humano se evidencia en la sociedad dominicana. Es una comunidad de gente buena, laboriosa, perseverante y con una aventajada historia. San Cristóbal bien merece su nombre. Es una meritoria provincia que “cultiva su presente para un mejor futuro de su gente”.
En 1496, al conocerse el descubrimiento de las minas de oro en las riberas del río Haina, empiezan a establecerse cerca de aquellos ríos muchos de los colonizadores. Estos asentamientos son nombrados Partidos de los Ingenios. Se edifica el Bastión de San Cristóbal, nombre también dado al valle que se extiende desde el río Haina al río Nigua, en honor al Almirante Colón. En 1606 ya aparece San Cristóbal en el censo realizado en ese entonces. Se extendía una hilera de casas a lo largo del Río Nigua hacia el norte de la margen derecha.
A partir de 1790, a raíz del levantamiento de esclavos en Haití llegan colonos franceses a Santo Domingo, estableciéndose en San Cristóbal parte de ellos. La comarca pasa a la categoría de común en 1822 durante la ocupación haitiana, con el nombre de San Cristóbal, siendo todavía el municipio un camino que se iniciaba en el Río Nigua y terminaba en su afluente Yubazo. En Nigua se encuentran los primeros ingenios azucareros del Nuevo Mundo y una de las dos primeras ermitas construidas en la época colonial en el Continente.
El sacerdote Juan de Jesús Fabián Ayala -Padre Ayala-, llega a San Cristóbal en 1820 e inicia su desarrollo urbanístico. Principia la construcción de la Iglesia Parroquial Sagrado Corazón de Jesús, concluida en 1838 y en su alrededor comienzan levantarse las primeras edificaciones y calles. El seis de noviembre de 1844 San Cristóbal se convirtió en “Ciudad Benemérita” al votarse en su suelo la primera Constitución de la República Dominicana.
En los trascendentales acontecimientos históricos nacionales, como las guerras de Independencia contra Haití (aún se preservan las ruinas del Fuerte Resolí construido entre 1822 y 1825 por las fuerzas invasoras haitianas en la loma del mismo nombre) y luego las guerras por la Restauración contra la Anexión a España, sancristobalenses tendrían marcada participación en la gesta independentista como lo fueron el general Antonio Duvergé y el general José María Cabral y Luna (quien ocupó la Presidencia de la República en dos ocasiones), y en la gesta restauradora Basilio Urbáez y el coronel Toribio Agüero.
Con el ascenso del brigadier general Rafael Leónidas Trujillo Molina al poder absoluto en 1930 hasta 1961, San Cristóbal se transforma no solamente en un centro industrial, sino en sede de dominio despótico en el país y, en muchas maneras, de toda la isla, alcanzando primacía desde la perspectiva política y militar. En el sector industrial sobresalían la Industria Nacional de Vidrio, La Armería, el ingenio Caei (antiguo Italia), Ingenio Río Haina, Licorera La Altagracia, la fábrica de ropa Miss América, etc. Su desarrollo urbanístico era notorio para la época y para su tamaño.
Desde elevaciones como las lomas del Cerro o Sainaguá se puede evaluar el diseño que seguía Trujillo para crear en su municipio natal una metrópoli que se divorciaría cada vez más de su origen pueblerino. Edificaciones como el Instituto Politécnico Loyola, el Colegio San Rafael, el edificio de Correo y Telégrafos, la Gobernación Provincial, el Liceo Musical Pablo Claudio, el Partido Dominicano (actualmente el Colegio Santa Rita), la Iglesia Nuestra Señora de la Consolación, el parque monumento Piedras Vivas erigido donde nació Trujillo, el edificio del Ayuntamiento Municipal, el Hospital Juan Pablo Pina, la Avenida Libertad (antigua 17 de Julio), el Castillo del Cerro y el Hotel San Cristóbal. Evaluando las distancias entre estos edificios, y otras obras no mencionadas, se reflexiona sobre lo que se proyectaba para la ciudad.
Entre 1961 y 1979 muchos de sus munícipes se mantienen muy activos en la vida nacional, en lo político, militar, intelectual, cultural, artístico y profesional. En 1965 desembarcan en el puerto de Haina de San Cristóbal las fuerzas ocupantes que pondrían fin a la Guerra Civil, iniciada en la Gesta de Abril de ese año en reclamo del retorno a la constitucionalidad luego del golpe de Estado, promovido por sectores conservadores de la sociedad dominicana, al Profesor Juan Bosch en 1963.
En las elecciones de 1966, sube al poder el Dr. Joaquín Balaguer Ricardo, intelectual, burócrata de muy alto perfil durante los 31 años del régimen trujillista y ex-presidente impuesto por Trujillo en 1960. Varias personalidades sancristobalenses, de familias tradicionales, ocupan importantes posiciones durante esos debatidos doce años de Balaguer, hasta 1978, como Adriano Uribe Silva, Neit Nivar Serijas, José Osvaldo Leger, Leonora Díaz, Domingo Porfirio Rojas Nina y María Antonieta Bello de Guerrero.
En 1978 el Dr. Joaquín Balaguer pierde unas cuestionadas elecciones, luego de doce años consecutivos en el poder, para dar paso al hacendado Antonio Guzmán Silvestre del Partido Revolucionario Dominicano, ya entonces un partido centrista y liberal luego del rompimiento con el Profesor Bosch en 1973. Este nuevo gobierno aborda una apertura a las libertades individuales, un desmonte de las estructuras cívico-militar ultra-conservadoras que apoyaban el régimen balaguerista y algunas reformas en la burocracia dominicana. Otros más sancristobalenses toman parte en estos relevantes procesos políticos.
En la temprana tarde del 30 de septiembre de 1979, un poderoso huracán desplazándose por el Mar Caribe al sur de República Dominicana sorpresivamente gira de manera abrupta al norte y penetra por la hermosa y plácida playa de Palenque. El huracán David causó masivos daños no sólo a la ciudad de San Cristóbal y sus poblados satélites, sino a toda su infraestructura productiva, tendidos eléctricos y de telecomunicaciones, en sus campos y predios agrícolas y pecuarios; ocasionó miles de muertes y destrucción forestal en las altas montañas de verde perpetuo de la Colonia y el Cacao, además de serios deterioros en los caminos y carreteras.
Y con apenas un mes de tregua a este fenómeno atmosférico le sigue otro, el huracán Federico, que provoca precipitaciones pluviométricas muy altas en tierras ya saturadas y esto originó inundaciones y desbordes de ríos y cañadas que agudizaron los daños en toda la región. Con el paso de estos meteoros se origina una migración masiva hacia la ciudad desde los campos de casi toda la provincia, sobre todo de las partes montañosas. San Cristóbal no estaba preparada para establecer modestamente a estos nuevos habitantes, muchos de ellos con limitaciones que les permitiera, junto a la colectividad, desarrollarse dignamente.
Se da inicio a un crecimiento urbano desproporcionado y desorganizado en los alrededores de la ciudad, en las márgenes de los ríos y en las faldas de los cerros. De una ciudad aún moderadamente conservadora, tradicionalista y urbanamente organizada pasa a ser una mezcladora de distintos estratos sociales y de una migración súbita de pobladores de toda la provincia, que más adelante también sería una migración de todo el interior del país, que escogieron a San Cristóbal por su cercanía a la ciudad capital, a tan sólo 28 kilómetros de distancia.
Este período comprendido en las últimas tres décadas tiene claros elementos sociales negativos como un alto índice de criminalidad, marginalidad, ruido y cantinela, contaminación y pobreza. Y tienen como agravantes el cierre definitivo en los noventa de la Fábrica Nacional de Vidrio y en la pasada década de la mayoría de las empresas de la zona franca ubicada en la otrora Armería, sumado a la creciente población desempleada o dedicada a actividades informales como el “motoconcho”, venduteros y marchantes.
Como el país, San Cristóbal demanda mayores inversiones en educación y más estructuras productivas para industrializar y sumarle mayor valor agregado a sus productos agropecuarios. También invernaderos y producción de energía eólica en sus montañas. Mejores infraestructuras viales y de ornato en sus playas, balnearios y montañas para estimular un mayor turismo.
San Cristóbal continúa creciendo rápidamente y es la tercera ciudad de importancia política y comercial del país. Es la puerta a todo el Sur de la República, muy importante mercado regional del país. Sus colegios, institutos y el Politécnico Loyola tienen un ganado reconocimiento a su calidad docente. Las actividades culturales, a pesar de limitaciones, son periódicas. Pocas provincias del país pueden ofrecer la variedad de encantos naturales y recursos diversos que posee. Los aportes positivos y tangibles de los sancristobalenses, o sancristoberos, en todas las esferas del afán humano se evidencia en la sociedad dominicana. Es una comunidad de gente buena, laboriosa, perseverante y con una aventajada historia. San Cristóbal bien merece su nombre. Es una meritoria provincia que “cultiva su presente para un mejor futuro de su gente”.
TOMADO DE ALMOMENTO.NET
23 DICIEMBRE 2010
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