Si nos preguntaran sobre las tradiciones que más se deterioraron al pasar el tiempo, de seguro que las de navidad estarían ahí golpeándonos en el recuerdo. ¡Qué raro que el gobierno, cuyos funcionarios salen todos los diciembre a tomarse fotografías con los mas infelices entregándoles una cajita, no han incluido en esa cajita de malas vainas, lucecitas de navidad para ponerlas en las ventanas para encender mejor la simulación de que todo esta bien?. Porque cuando me pasé la última navidad en mi país, algo que me dio mucha pena fue ver que la gente ya no pone ni una bombillita en las ventanas. Le pregunté a una señora, buscando una repuesta para saber el por qué se perdió algo que encendía y alegraba tanto, y me dijo: “con esos bombillitos de navidad los apagones se notarían más”. Parece que con la partida de Mamá y Papá se murió también la tradición, como si cada generación fuera dueña de sus cosas de vida. Aquella cruzadera de platos por el patio para que el vecino probara nuestra cena de Noche Buena, desapareció para siempre. A veces ni conocemos el vecino que ahora tenemos. Solo nos saluda cuando está borracho esperando el año nuevo. Esa noche nos da todos los abrazos y saludos que no nos dio en todo el año. Pero no todo se perdió porque se fue detrás de nuestros padres cuando estos se fueron. La misa del gallo se la llevaron los borrachos a quienes el cura debía llamarles la atención dentro del templo por el desorden que armaban. Hasta los aguinaldos que hacíamos con jengibre en las madrugadas frescas tuvimos que terminarlos por ese mismo desorden de esos borrachos que hasta se orinaban en la cabecera de la casa donde cantábamos “Alegre vengo de la montaña”, pero determinante fue también el desorden del gobierno. Desordenes que trajo la inseguridad. Algo que nos impidió para siempre seguir cantando las mañanitas del Rey David. Cada vez que veo cómo se perdió todo, entonces comprendo más a los que no toman alcohol durante todo el año, cuando ese día de noche buena se dan un jumo que lloran sin decir el motivo de su llanto. Porque es que cada quien tuvo algo que perdió. En tiempo de navidad es la única fecha que recordamos hasta al borracho más insignificante del barrio. Ya no está porque el ron se lo llevó. “Navidad Tiempo de Amor y Paz” ia diciendo el locutor en la emisora que tenía puesta nuestra vieja mientras limpiaba los rincones con agua caliente en la que hervía unas hierbas aromáticas para que los malos espíritu se fueran, para esperar un año nuevo con muchas cosas buenas. En pascuas era la única fecha en que esos borrachos no necesitaban pedir. El público del barrio los invitaba a compartir dos copas y a charlar un poco con ellos porque era tiempo de amar. Era época de de tanta paz, que los del pueblo a veces recibían de sus familiares del campo un papelito escrito a dura pena, el cual venía premiado con la información de que no se preocuparan por la carne para la cena. Decían que todos en el campo habían convenido regalarle un cerdito a los parientes del pueblo para que sus fiestas “pascuera” fueran más cómodas Pero este regalo de los del campo a los de la ciudad no se hacía como los secretos de Estado, por debajo de la mesa, entre dos o tres. Esto era algo que todos en el campo lo concebían luego de una reunión de los familiares de la zona rural, porque era algo que previamente se había tomado en cuenta por lo que para tales fines se contaba con el parto de una de las marranas. En las fiestas, las viejas y las demás mujeres tomaban Anís Confite, Ponche crema de oro, y un vino que los envolvía a todos con el dulcito, pero el machote de la casa defendía la corona con su litro de ron. Y todos los vecinos llegaban con sus bebidas debajo del brazo. Porque algunos tomaban cerveza. Hasta los que eran gallos porque nunca ponía algo para las fiestas, en ese tiempo de navidad encontraban algo para llevar al grupo que celebraba y decía “Alegre vengo” Todos se tomaban sus fotos de navidad al lado del arbolito navideño con una cámara que había que echarle agua después de 12 tiradas. Un vecino que tenía fama de ser el más serio del barrio, a quien nadie veía bailando, ese día de fiestas pascueras llegaba bailando con las manos en la cintura y la vieja mas sabrosa del barrio se paraba para hacerle el coro con las manos arriba. Remeniándose como si bailara flamenco. Las horas pasaban y romo va y música viene pero nadie se dormía, porque un vecino que tenia fama de raro, ya bien borracho y alegre decía: “El que se duerme lo beso en la boca”. La alegría y el jumo lo inspiraban para declarar los sentimientos que el año entero mantenía metidos en el closet. Este era el mismo personaje que esperaba el año nuevo con ansia porque ese día se aprovechaba para dar unos abrazos de felicitaciones, que esa noche del 31 de diciembre son permitidos sin importar, sexo, religión o color. Pero la alegría que vivía el barrio era una alegría al rojo vivo en que todos los detalles se valoraban de manera extraordinaria. Los que se pasaban todo el año ausente porque Vivian en el extranjero, estaban presente en esas fiestas del sitio incluyendo a Juanita. Todos en ese sector adoraban al que se fue para fuera y regresaba en esa época del año. Lo adoraba como a un hermano del mismo vientre. La gente se divertía locamente pero nada era a lo loco, cuando todos bailaban y gozaban, era porque ya tenían en el armario sus ropas nuevas compradas para estrenarla el primero de enero. El día de año nuevo. Ese día el pueblo parecía un arbolito de prendas de vestir nuevas. Todos salían a las calles a mostrarse. Las ropas usadas que llevaban desde Nueva York, ese día primero ni se asomaban. Eso significaba una vergüenza. Era todo nuevo o no salían. De todas las frases que se decían en aquel intercambio de elogios del primero de enero día de estrenar ropa nueva, las frases más populares eran: ¡Eso está muy bonito! ¿Y donde tu compraste esa vaina tan chula?, ¡Tu ves, eso si esta lindo! No era un día de competencia, todos nos sentíamos felices con lo bien que lucia el otro. Todavía la competencia por ser el más chulo de la película, no era cruda. Éramos tiernos e ingenuos y de alma muy noble. No competíamos en ese sentido con nosotros mismos. Quienes no tenemos nuestros padres y otros familiares que en este tiempo estaban ahí en esa sillita dándonos el animo para seguir, para ser nosotros mismos con lo poco que teníamos, el mejor homenaje que hoy le podemos rendir, es estar alegre, con fe, con fuerza. Con esperanza. La alegría es la mejor fortaleza para protegernos de lo triste. Navidad es tiempo de amor y paz, pero tenemos que ayudar la Navidad con una sonrisa. tomado de almomento.net. Dipre es un autentico hombre de San Cristobal. |
viernes, 31 de diciembre de 2010
Mueren las tradiciones de Navidad
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