Oligarquía política | |||||
Entre los vericuetos de la teoría, este artículo debió llamarse “políticos empresarios”, pero quizás así, no llamaría la atención. El título sugerido parece anunciar disparate o redundancia, porque la oligarquía es siempre “política”, “grupo limitado que ejerce el poder”. Quizá si le agregáramos “económicamente dominante”, u “oligarquía económica”, el pleonasmo luciría reiteración, sabiendo que la abundancia daña tanto como la escasez. La “oligarquía económica criolla” desde el hato, siempre ha sido consustancial al poder político, inestablemente. Se supone que cuando la democracia “débil es sustituida por la oligarquía”, podemos decir que con la dictadura, a ese sector de poder no le fue bien sometida, por la competencia abusiva de una dictadura neo patrimonialista. El asunto que parece bastante claro no lo está, nuestra democracia está vacía de contenido social y la “oligarquía económica” ante la debilidad de un Estado “fuñido”, más que elemento de presión, ha sido siempre “potestad fáctica”, elemento del “equilibrio desequilibrado” de un poder cimentado sobre la falta de institucionalidad de una democracia secuestrada. Los “ricos dorados”, tradicionales, empresarios productores de riquezas, necesarios en una democracia de verdad para palear la vergüenza de la pobreza, han florecido sin reglas claras en un sistema que no regula nada, pero no siempre sin que esta misma ausencia de reglas perjudique sus empresas, muchas de las cuales no sólo se han visto postradas en sus ganancias, sino que han quebrado. Cuando me refiero a empresarios, me refiero a la gente que invierte dinero, con niveles aceptables de riesgo, para obtener ganancias razonables. La clase empresarial que paga impuestos no da coimas y produce puestos de trabajo. Ante la permanente debacle en que vivimos, entre beneficios y perjuicios, de la inestabilidad y corrupción, los grupos económicos poderosos han tenido que “bailar más pegados” con los políticos de turno, comprometiéndose abiertamente, o aceptando canonjías, cosa que el capital siempre rehuyó cauteloso, repartiendo entre sus socios las simpatías políticas, para de alguna manera, si se equivocan en sus apuestas, caer más o menos parados, no desconectados de un poder sin la gracia del cual en este país, no se puede sobrevivir con éxito. En este proceso de politización del empresariado nacional hay beneficiarios notables: señores que “cortan el bacalao”, sobre el mostrador de nuestra pobreza, mientras los otros empresarios, miran la cosa, se empobrecen y pierden sus negocios. Es el juego a restablecer con la ley, con voluntad política, cuando haya normas claras, igualdad de oportunidades y sea una realidad la libre empresa debidamente regulada. El título no sirve para confundir, resalta nuevas realidades, porque esa oligarquía económica criolla que ayudaba a “menear la cuna”, está dejando de ser necesaria para los “políticos profesionales”. Se ha creado una “oligarquía política, económicamente poderosa”, ya que no son los ricos que se politizan, son los políticos enriquecidos los que mandan cada vez más solos, rompiendo así una vieja regla, haciendo añicos el equilibrio del desequilibrio del poder en la República Dominicana. Tal acumulación de riqueza no es solo para engrosar fortunas personales, es sostenimiento del mayor proyecto conservador de nuestra historia, dispuesto a imponer sus designios continuistas, quieran los empresarios o no. Porque los pobres que son la mayoría, se “embullan con cualquier cosita”. Solo hay un problema para despejar la ecuación: los resortes del sistema parecen gastados. Pobre más pobre no da revolución, son los cambios de expectativa de las clases más dinámicas de la sociedad, lo que la impulsan, y eso puede desbaratar cualquier buen plan. ¡Hay que volver a Capotillo! recogido.almomento.net
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sábado, 25 de diciembre de 2010
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