lunes, 15 de junio de 2009


Trujillo en el vivir sancristobero
El tiranicidio del 30 de mayo de 1961 del generalísimo Trujillo no representó el final de su modelo de gobierno, y no lo fue, porque lo que se produjo, salvo el intervalo democrático de los siete meses del gobierno del Presidente Juan Bosch y el Partido Revolucionario Dominicano, fue una adecuación del sistema imperante sometido a un maquillaje seudo democrático.
Con la venia de la élite dominicana se organizó una alianza política de extrujillistas convertidos en demócratas con antitrujillistas que regresaban del exilio. Alianza que en versión cívica o balaguerista sirvió de base a los gobiernos que dirigieron el país desde la muerte del tirano hasta 1978.

San Cristóbal conoció durante esos años la exclusión política caracterizada por el abandono, y sobre todo, discriminada por ser cuna de Trujillo y en consecuencia responsable de ese régimen de fuerza.

La exclusión de San Cristóbal fue el resultado de un acción concertada por una élite política y económica interesada en desvirtuar y diluir responsabilidades con la finalidad de asegurar su continuidad en poder y sobre todo, y esto es fundamental retener, para asegurase una buena tajada en la herencia económica del tirano. Recordemos que gran parte de las riquezas acumuladas en el país por el tirano y las que sus familiares no pudieron ser trasladas al extranjero.

Cuando en 1974 regresé a San Cristóbal, emprendí dos tareas que entendía y aún considero indispensables: estudiar el pasado sancristobero y analizar su presente. El pasado con el objetivo de descifrar muchas preguntas que esperan respuestas apropiadas que sirvieran para entender nuestra conformación social como entidad social y económica con características propias. Y el estudio del presente para definir políticas que respondan a nuestra realidad, a las expectativas de una población mayoritariamente segregada del disfrute de los derechos ciudadanos.

En esa oportunidad, 1979, produje dos textos que considero importantes para el estudio de nuestras realidades: uno titulado “Trujillo y San Cristóbal”, elaborado con una nueva visión del estudio histórico, utilizando métodos de análisis que dejaban de lado la especulación propia del análisis tradicional de la historia, en el que resalté el rol jugado por Trujillo en nuestra comunidad. Escribí sobre la presencia de Trujillo en San Cristóbal, iniciando con ese ensayo histórico un espacio del estudio del personaje y sus relaciones con San Cristóbal que permitía elaborar un análisis objetivo del personaje y su incidencia en nuestro pueblo.

Escribí sobre Trujillo reflexiones que me ganaron la enemistad de algunos historiadores criollos de formación marxista, quienes entendieron que había asumido una actitud derechista, conservadora, trujillista.

El texto en cuestión se dedicó a liberar el análisis del personaje de las especulaciones de orden ético-moral al estudiar la incidencia de Trujillo en San Cristóbal y se fundamentó en una hipótesis formulada por mi en la que afirmo que: “Dos acontecimientos

históricos condenados y juzgados de manera negativa para la sociedad dominicana fueron positivos para la sociedad sancristobera: la ocupación haitiana y la Era de Trujillo”.

Enunciado que no rechaza en su conjunto la apreciación que sobre estas dos etapas de la vida nacional tienen los historiadores tradicionales y marxistas sino que reclama que se estudie las particularidades de los localismos regionales para posibilitar con el la elaboración una historia nacional despojada de mitos y manipulaciones.

Para que la historia dominicana no sea un instrumento al servicio de un proyecto social minoritario y sea en lo que debe de ser, una historia de los dominicanos al servicio de su proyecto nacional.

También, en los últimos años de la séptima década del siglo pasado (1974-1979) dirigí la publicación de un amplio estudio sobre la realidad socio económico y política de la provincia de San Cristóbal.

La publicación de esos dos textos, respondían a la necesidad de lograr un conocimiento indispensable de nuestra particularidad para sustentar políticas que rompieran con la exclusión que vivía la comunidad.

Exclusión que no era simplemente política o económica, sino que también propiciaba la dilución de nuestra identidad local tratando con ello de borra la presencia nefasta o el recuerdo molesto de la tiranía y el tirano.

DESENDEMONIARSE DE TRUJILLO

Comentaba al viejo amigo Julio Bautista (Julito) qué, para que San Cristóbal logre romper con el cerco maléfico que lo mantiene atrapado al atraso en relación con las comarcas más avanzadas del país, debe desendemoniarse del espíritu de Trujillo, del pesado recuerdo de su presencia en el vivir cotidiano de su gente y sus elites pensantes, que están sometidos -no puedo establecer científicamente la razón- en una angustiosa necesidad de mantenerlo vivo cuatro décadas después de su muerte.

Es una ley social que está presente en las sociedades, consistente en que los hombres infinitamente negativos como Hitler, Stalin, Franco, Trujillo, Duvalier y Somoza son seres humanos-espirituales que luego de su desaparición, continúan despertando el interés y hasta la fascinación de sectores de sus pueblos que fueron victimas de sus acciones y de sus desmanes.

La maldad crea con frecuencia solidaridades mucho más sólidas que las acciones positivas. Una y otra acción, la negativa y la positiva, son plasmadas por hombres y a consecuencia de esto están rodeadas de secuelas que implican e involucran a sus actores con los actos realizados y a los ejecutantes entre ellos. Es conocido que las mafias políticas, que son las mafias más criminales cuando sirven a intereses negativos, entran en acción, se crean vínculos de complicidad entre forajidos que son capaces de hacer lo que sea para realizar sus actos y protegerse.

La corrupción moral de los débiles subalterno conducen hasta sus últimas consecuencias a sociedades despojadas de mecanismos de defensa y esto sucedió en la nuestra que se afectó por la conducta sin moral de Rafael Leonidas Trujillo, la que nos comprometió colectivamente, nos deformó y nos condicionó, lo que explica en gran medida la vigencia del pensamiento conservador reaccionario en el entramado social sancristobero.

Los sancristoberos presionados por la orfandad, por la falta del ser tutelar que manejó sus vidas con puños de hierros pautando sus conductas y modelando sus espíritus,

reduciéndolos a condición de esclavos mentales al servicio de un proyecto abyecto que perseguía mantener y reproducir una situación de reducción del ser humano a través de un plan que buscaba mantener las injusticias y las miserias en nuestra sociedad.

El trujillismo, el modelo de conducta humana y social impuesta a la sociedad sancristobera por la tiranía Trujillo, nos inspira y justifica. Nos inspira en la identidad conservadora que sirve de vínculo existencial a personas y grupos atados a las ideas opresoras de dictaduras de las características de la ejercida en nuestro país por el hijo del Nigua. Nos justifica porque compacta estos grupos llenos de añoranzas de viejos tiempos idos, tiempos de supuesta mejor calidad de existencia para la comunidad al confundir los intereses de individuos y grupos privilegiados con los de la sociedad sancristobera en su conjunto.

El tema es apasionante entre pensadores de una sociedad castrada en su capacidad de originalidad y creatividad. Debemos recordar que en las dictaduras no puede florecer la creatividad y la originalidad ya que la necesidad de sobrevivir lo impide.

SOMETIENDO VOLUNTADES

La dictadura iniciada en los albores de la tercera década del siglo pasado, respondiendo a la dinámica natural de los que intentan conculcar las ideas y someter las voluntades, se afanó desde sus primeros años en incrementar los mecanismos de controles político y militares con el propósito de someter bajo sus férulas los dos tercios de isla ocupada por la República Dominicana.

A los unos, los venció la presión del terror en su expresión más descarnada, al caer abatidos por las balas o la artera puñalada que cegaba existencias libres; a otros los llevaron sus pasos hacia los caminos protectores del exilio, y los más, asegurando la vida, se doblaron ante los imperativos de una realidad cruda y descarnada que les reclamaba sumisión incondicional.

En el desierto de dignidad que fue convertida la República Dominicana, no quedó espacio para los seres humanos libres, ya que para la existencia de esta categoría humana, reclamaba espacios de movimientos y la capacidad de elaborar y de expresar sus sentimientos sin ningún tipo de cortapisas.

Proceso destinado a reducir al ser humano a la condición de ser deshumanizado, en el que se le despoja de la dignidad que es fundamental del humano; dignidad que imposibilita que se produzca la zombificación, es decir, su reducción a condición de esclavo espiritual. Proceso de sometimiento que conduce a que sean convertidos por la voluntad del tirano en seres zombificados y dejen de ser ciudadanos libres.

En una dictadura de esas peculiaridades, que era a la vez dictadura y tiranía, no puede concebirse la existencia de un oasis de paz en el tormento colectivo en que vivía la sociedad angustiada y temerosa, presa de la voluntad conculcadora del tirano y sus acólitos, principalmente, en este caso, sus cómplices intelectuales.

San Cristóbal, en su travesía durante los 31 años de la Era de Trujillo de aldea a moderno poblado -un batey entornado de su hacienda- en el que el dictador dictaba, como en las cortes de las monarquías absolutas, relaciones sociales en las que no existieron espacios para el florecimiento del quehacer intelectivo. Debemos recordar que las tiranías tienen fobia del pensamiento libre.

PERSECUSION EN SAN CRISTOBAL

Un ejemplo de lo que sostenemos, fue el de la persecución a la que fueron sometidos en 1957 los integrantes de la peña literaria “Los cinco y un invitado”, que cada semana
reunía intelectuales de la localidad en el Bar Elsita, propiedad de Julio Urbáez, localizado en la avenida Constitución, justo en frente de la Escuela Normal. Acosamiento que se tradujo en la expulsión inmediata de San Cristóbal de varios, entre ellos doña Mimí Arredondo, sus hijos y su esposo, José Bienvenido de León. Condenas de 10 años de prisión para algunos de sus miembros, entre ellos mi padre, e incluso, al asesinato años después, por agentes de la tiranía en Haití, del señor Arturo Goria, un ciudadano italiano de ideas progresistas que se había instalado en San Cristóbal en donde fundó una fabrica de sombreros.

En el ambiente de terror en que vivía San Cristóbal, era difícil explicar la existencia de un oasis en el que pudiera existir un conglomerado social en el que se formaran y crecieran personas dotadas de sabiduría descontaminada y conocimientos despojados del terror.

Ni por asomo, en un espacio de profunda aridez moral y ética como transformó la tiranía a San Cristóbal, en donde el ejercicio del miedo procreó en abundancia las actitudes de vileza y envilecimientos, podía florecer un modelo social en el que creciera el ser humano dotado de criterios y juicios. No podía permitir que existieran núcleos humanos donde pudieran producirse cuestionamientos a su política

La conducta de Rafael Leonidas Trujillo Molina, hijo de Julia Molina Chevalier[1] y de José Trujillo Valdez, fue estudiado por Juan Bosch en un ensayo magistral que debe conocer todo sancristobero: “Trujillo Causas de una tiranía sin ejemplo”[2], en que realizó uno de los mejores análisis sobre el personaje y su régimen. Un estudio escrito en el exilio antitrujillista pero despojado del morbo propio de los que sufriendo los traumas de un dilatado extrañamiento de su patria, no lograban liberar sus análisis de esa situación.

En el ensayo, don Juan sitúa el análisis despojándolo de los elementos simplistas de una ética cada día mas evidenciada cuando escribió:

“Todavía se leen de tarde en tarde artículos de firmas latinoamericanas que hablan de “hombres puros” y de “hombres impuros”; que dividen a la humanidad en los “buenos” y los “malos”. De donde resulta que la lucha por las libertades públicas debe ser librada por los “buenos” o “puros contra los “malos” o “impuros”; por apóstoles del bien contra legiones del mal, por regimientos de ángeles contra batallones de demonios.

Cuando actúan en función política, los hombres no son buenos no son malos; son los resultados de las fuerzas que los han creado y los mantienen, y con cierta frecuencia son juguetes de esas fuerzas o son sus beneficiarios. Los tiranos no caen del cielo. A nadie se le ocurrirá temer que en Suecia se produzca un Trujillo, y no precisamente porque los suecos sean mas bondadosos que los dominicanos, sino porque en la urdimbre histórica de Suecia no hay actualmente gérmenes de fuerzas sociales capaces de producir un dictador como el de Santo Domingo”.[3]

La ascensión social de Trujillo fue meteórica, producto de sus innegables cualidades que validaban su papel en un cuadro policíaco que fue ampliamente utilizado para mantener el control de un sistema que iniciaba su rodamiento con la imposición imperial de los Estados Unidos sobre la República Dominicana. Está claro que siendo jefe de la Guardia tenía entre sus manos el monopolio de la violencia, ya que era el único instrumento capaz por su armamento y entrenamiento de pesar de manera determinante en cualquier acción que emprendiera contra una sociedad desarmada.

Afirma Bosch sobre este monopolio de las armas, situación fundamental para el establecimiento de la dilatada tiranía:

“Trujillo, jefe del ejército, que tenía en sus manos un poder real – el poder de las
armas, en un país donde solo el ejército tenía armas-, era uno de esos manchados, apestados, marginados por el grupo de familias distinguidas”.[4]

Desarrolló Juan Bosch el tema de la configuración social de una sociedad rural en la que se dividía la población en tres grupos sociales: la gente de primera que era la vieja clase dirigente que usufructuaba los privilegios de la condición ciudadana a plenitud; los ciudadanos de segunda y por último la turba multa mayoritaria que estaba reducida como en los mejores momentos de la sociedad esclavista a condición de cosa y no de ciudadanos.

Los de segunda, era una franja de la sociedad ubicada entre la mayoría casi absoluta del ser humano reducido a condición de objeto sin valor social o simple cosa y la reducidísima élite que integraba la gentes de primera. Gente de primera, elite hegemónica que, heredera de la visión social colonial, estaba imbuida de criterios atrasados en sus relaciones con los otros componentes de la sociedad, principalmente con relación a los de “segunda”, a quienes despreciaban y reprimían.

En el ensayo citado, don Juan explica los efectos de esas discriminaciones sociales en una personalidad como la de Trujillo. Análisis que revelan las actuaciones de ese personaje con su entorno, con la elite, con los de su clase e incluso con su gente, los sancristoberos.

Recordemos además, que en el momento de su llegada al poder, ya Rafael Leonidas Trujillo Molina era rico, es decir poseedor de una fortuna que le permitía contar con los recursos indispensables para adquirir los servicios o lealtades de los políticos y los favores que requería en sus proyectos políticos.

Pienso en los dos casos emblemáticos de Rafael Vidal y Roberto Despradel, sus dos más cercanos colaboradores civiles en el proceso que condujo al movimiento cuartelario que se conoció, por la pluma adocenada del poeta Tomás Hernández Franco, como “La más bella revolución de América”.[5] El estudio del papel jugado y desenvolvimiento durante la tiranía de estos dos personajes contribuiría a que se obtenga una idea más elaborada de Trujillo y de su régimen.

CERO ADMIRACION

Trujillo es un personaje de la historia que no puede despertar admiración, ya que cimentó su proyecto de promoción o superación social en el terror, en la represión, en la ejecución de un sistema policíaco represivo que deformó el entramado social y el ser nacional, procurando convertirlos en esclavos y no como debió ser en ciudadanos. Si no debe despertar admiración, Trujillo y su gobierno esperan de estudios serios que expliquen de manera racional la razón de ser de su existencia, de su presencia en un tramo tan amplio de nuestra vida local y nacional.

Incapaz de generar ciudadanos dignos, la tiranía promovió la mediocridad, que fue la prudente adaptación del humano a su condición de humano reducido a un objeto o a seres bestializados que necesitaba sobrevivir. No se puede hablar de desarrollo si la sociedad no está integrada por ciudadanos. Y es evidente que la ciudadanía no florece ni se consolida en un contexto en el que está ausente el oxígeno de la libertad.

Don Juan fue sosegado cuando analizó a Rafael Leonidas, su comportamiento, sus valoraciones ético-morales. No era inmoral, era amoral y lo era porque fue una victima de una realidad social y económica que condicionó su mentalidad de mulato-sureño-pueblerino enfrentando a su manera las frustraciones de su grupo social y regional interpretándolas a los niveles de su capacidad y su limitación y sin olvidar que fue victima manipulaciones de una elite tradicionalmente deformada y amoral.



Nuestra ponencia de hoy plantea estas reflexiones con la finalidad de lograr lo que entendemos indispensable: liberar a San Cristóbal del karma trujillista y en consecuencia que despojada de la superficialidad del tratamiento del tema profundicemos en procura de despejar las particularidades históricas, sociales y económicas de nuestra región que sustenten el proyecto sancristobero original y dinámico que permitirá que nos enlacemos con éxito en el desafío de la construcción de la nueva sociedad que nos espera, que reclaman las discriminaciones que afecta a la actual sociedad injusta y marginalizadora que conocemos en la actualidad.

El Trujillo de las anécdotas promovido por los que superficializan el conocimiento de la realidad local, los que circunscriben la historia de San Cristóbal a las menudencias saloneras de una sociedad afectada y despojada de valores fundamentales, es un ejercicio que debemos superar, que necesitamos superar. De lo contrario reproduciremos una serie de ideas sin utilidad real de la historia que está destinada a ocultar lo fundamental.

La sociedad de San Cristóbal fue una sociedad encadenada como lo fue en su conjunto la sociedad dominicana, con particularidades que le otorgaba el hecho de que en los años de la Era de Trujillo en la localidad vivía un conglomerado humano que de una u otra manera sostuvo relaciones directas e indirectas con el tirano, lo que favoreció relaciones suis generis entre él y su comunidad.

Desaparecido el tirano, no con él las razones económicas históricas y sociales que contribuyeron a su existencia, los intelectuales sancristoberos de todas las tendencias deben unirse en la elaboración de estudios del pasado local que contribuyan a la elaboración de la esperada historia nacional que sirva de base de sustentación a la dominicanidad liberada de mitos y de manipulaciones.

La dominicanidad de la inclusión, la de todos y todas y no la de unos cuantos privilegiados.

(Exposición de Alberto Despradel en la mesa redonda “Trujillo y San Cristóbal”, organizada por el periodista José Pimentel Muñoz, auspiciada por el Ayuntamiento de San Cristóbal y celebrada en el salón multiuso del parque Eugenio de Jesús Marcano, de San Cristóbal, el sábado 30 de mayo).

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