sábado, 26 de marzo de 2011

Inquietudes poéticas

25 Marzo 2011, 11:16 AM


por: Domingo Porfirio Rojas Nina (codehrd@hotmail.com)
En el lirismo de mis aconteceres, mezclados con el dolor, distancias, amigos y amigas nobles y sinceros, evoco algunas de mis inquietudes poéticas de ayer y hoy.
En honor a mi idolatrada madre, me inspiro así: ¡Madre!, palabra mística, sutil, tierna, llena de aromas, cuyo nombre se debe eternizar. ¡Madre! es paz, único jilguero que sabe entonar los cánticos sagrados del amor, relicario de ternuras, visión de primavera, candor del cielo eres. ¡Madre mía, razón de mis razones!
En lo que busco en ti: yo busco en ti un sol cuasidivino, refulgente como tu nombre, amado y puro. Yo busco en ti el vesperal, las madrugadas níveas. Yo busco en ti la única razón de todos mis quejidos y busco en ti el rosal de tu blonda cabellera.
En uno de mis últimos versos digo: Quisiera ser tu refugio de amor, muchacha de mis sueños, alondra y canciones, te arropen toda entera, refugiarme en ti, que enfermaste sin querer mi vida, dulce mujer encantadora, inteligente y bella. Quisiera ser tu reloj y hasta tu celular, arrullántote en mis brazos con ternura sin par, susurrándote al oído lo tanto que te extraño, para volver a amar, y si tu amor no logro conquistar, es sentencia de muerte, ¡No te puedo olvidar! A quien dedicamos “juramento burlado”, estará premiado escribir y llamar, pues la vida es triste rincón desconocido. En impetración divina; ¡Señor yo quiero ver tu cielo de bellos azahares, y anhelo ser esclavo de tu reino divino! Yo creo en ti porque me hiciste un hombre de trabajo y aurora, dame señor tu impetración divina, reitérame la paz con la que duermo y vivo (escrito en 1959).
En mi herida, cuando estudiaba en la UASD, evoco así: Esta es una herida que no sanará nunca. Es una herida al parecer, definitivamente, nostalgia, miseria y pesar, es ahí el resumen inaudito de mi vida. ¡Oh Dios Mío, Dios Mío, caminar a pie, tantas veces de San Carlos a la universidad, “1960”. Y a este histórico sector le digo: Oh San Carlos de mis recuerdos infinitos, la linda chinita Margot: Mañiní, don Manuel Corripio, que mucho me ayudaste, Dinorah, el afamado doctor Del Carpio, donde consultábamos razones del derecho. Las bellas Hermanas Andújar y familia.
¡Calle 16 de Agosto, Bolívar y José Contreras de mis penas, viajando tantas veces a pie, sudoroso, libros en manos, hasta la Peña y Reinoso 19, en mañanas y anocheceres con nombres y apellidos!
¡Ay el inmenso doctor Piantini, la valiente Tatica que presenció el asesinato del glorioso Goyito García Castro, y fue vertical testigo. Teté Piantini, Pichuca, doña Elba, Garrido y otros compañeros del alma, esperando que el amigo de la UASD, quien me escribiera hacen dos años, vuelva a hacerlo. Y la innolvidable muchachita de tez blanca, rostro y piernas fulgurantes, ¿dónde estará?
Mis entrañables vecinos, el culto profesor y periodista poeta Luis Fernández y esposa, Gisela Roids y esposo, Don Vetilio Alfau Durán, quien me prestaba libros, y en la calle Imbert, mi inolvidable amigo, profesor Pablo Rafael Casimiro Castro.
Ya en la próxima escribiré de los muchachos de la pensión y de mi idolatrada tía Gloria.
Tomado el 25 Marzo 2011, 11:16 AM El nacional

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